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Un diseño pionero

Updated: Jul 27, 2018



“Aguilucho”, “Ardilla voladora”, “Burrito”, “Mosca”, “Rata”… son sólo algunos de los apelativos con los que se ha designado, de forma más o menos cariñosa, a uno de los cazas más importantes de la Historia de la Aviación: el Polikárpov I-16, que con toda justicia se puede considerar el primer avión “moderno”. Diseñado en 1933 (un año y medio antes que el Messerschmitt Bf 109 alemán y dos y medio antes que el Spitfire británico), el soviético I-16 marcó las pautas que habrían de seguir las siguientes generaciones de cazas hasta la implantación del motor a reacción, a finales de los años 40.


Derivado del excelente biplano Polikárpov I-15 (el “Chato” de nuestra Guerra Civil), el I-16 abandona definitivamente esta fórmula, establecida en la 1ª Guerra Mundial (biplanos de tren fijo, arriostrados con cables de acero), para adoptar la que será en adelante la configuración definitiva para este tipo de avión: monoplano de ala baja cantiléver (en voladizo, sin cables) con tren de aterrizaje retráctil. El diseño original también incluía una cabina cerrada con cubierta deslizante, pero esta innovación (que sí adoptarán las siguientes generaciones) fue abandonada en versiones posteriores, en favor de la tradicional cabina abierta.


Para valorar en su justa medida el carácter visionario del ingeniero Polikárpov a principios de la década de 1930, hay que tener en cuenta que la fórmula del biplano seguiría teniendo firmes defensores, por su superior maniobrabilidad, hasta el final de dicha década, dando aún frutos tan excelsos como el Fiat CR 42 “Falco”, bastantes años posterior al I-16. Pero la experiencia (en este caso, la 2ª Guerra Mundial) se encargaría de demostrar que la época de esos bellos y nostálgicos aparatos había pasado ya.


El I-16 constituiría la columna vertebral de las VVS soviéticas desde mediados de los 30 hasta al menos 1942, cuando la Operación Barbarroja obligó a este caza, ya veterano, a hacer un esfuerzo supremo en espera de ser sustituido por diseños más avanzados. Para entonces había participado ya en la guerra sino-japonesa de 1937, en la invasión de Polonia de septiembre de 1939 y en la Guerra de Invierno con Finlandia de 1939-40… Pero su momento de gloria había tenido lugar antes de todo eso. El momento de gloria del Polikárpov I-16 fue, sin duda, su aparición estelar en los cielos de España a finales de 1936, recién incorporado a las Fuerzas Aéreas de la República. En ese instante sí que fue un caza insuperable… y una desagradable sorpresa para los pilotos nacionalistas, cuyo mejor avión, el biplano Fiat CR 32 “Chirri”, de fabricación italiana, tenía que contar con un piloto muy hábil para poder hacerle frente.


La balanza se equilibró en los cielos españoles con la aparición, pocos meses después, de los primeros ejemplares del Messerschmitt Bf 109, otro aparato legendario que tuvo su bautismo de fuego sobre nuestro suelo patrio, integrado en la Legión Cóndor. El “Mosca” (o, mejor, el más avanzado “Super Mosca”, I-16 tipo 10) se midió bien con las primeras versiones del Bf 109 (los 109B y C), pero la aparición de la versión E a finales de 1938 (el célebre “Emil”, una máquina soberbia que se enfrentaría en régimen de igualdad a los Spitfires sobre el Canal de la Mancha en el verano del 40) supuso el principio del declive de un pionero al que le tocó vivir una época de desarrollo frenético en la industria aeronáutica.


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El Polikárpov I-16 es uno de los pocos aviones que, durante una misma guerra, ha recibido un nombre o apodo distinto en cada bando contendiente. Durante la Guerra Civil Española, su nombre oficial en el bando republicano fue “Mosca”. No por su pequeño tamaño y su gran velocidad y agilidad, sino, al parecer, por una mala interpretación de la palabra Mockba (pronunciada “Moscua”) escrita en caracteres cirílicos en las grandes cajas que, procedentes de Moscú, arribaron en octubre de 1936 al puerto de Cartagena conteniendo las partes desmontadas de los recién adquiridos cazas soviéticos.


Pero el bando nacional nunca hizo suya esa denominación. Durante los bombardeos de Madrid, en noviembre del 36, las tripulaciones de los Junkers 52 de la Legión Cóndor vieron cómo unos aparatos pequeños, rápidos y grises (aún no habían sido pintados de verde), saliendo del vuelo rasante que los hacía invisibles, casi pegados al suelo de los suburbios de la capital, surgían como de la nada y trepaban hacia ellos, disparándoles desde abajo con una agresividad inusitada. Alguien exclamó entonces con estupor: “¡Han salido de las alcantarillas, como ratas!”… Y ésta fue la denominación que tuvo más fortuna, de entre las muchas que ha recibido este avión, y así es como aún hoy se le conoce, incluso fuera de nuestro país.


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Características generales (I-16 tipo 24):

· Envergadura: 9 m.

· Longitud: 6,13 m.

· Altura: 3,25 m.

· Peso máximo al despegue: 2095 kg.

· Motor: 1 Shvetsov M-63 radial de 1100 HP.


Rendimiento:

· Velocidad máxima: 525 km/h. a 3000 m.

· Alcance: 700 km.

· Techo operativo: 9700 m.


Armamento:

· 2 ametralladoras de 7,62 mm encima del motor.

· 2 cañones de 20 mm en las alas.


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Entre los pilotos españoles que se pusieron a los mandos del “Mosca” durante la Guerra Civil, el más destacado fue José María Bravo, que, con sus 23 derribos, se convirtió en el máximo “as” del bando republicano. Participó en las batallas de Levante y el Ebro y, con tan sólo 21 años, ocupó la subjefatura del Grupo 21 de Caza.


La Fundación Infante de Orleáns adquirió hace unos años, con el apoyo del entonces ya muy anciano coronel Bravo, un I-16 superviviente de la 2ª Guerra Mundial, y lo pintó con los colores de su legendario “Super Mosca” CM-249 con el emblema del “seis doble” en la deriva.





Texto escrito originalmente para Bellumartis Historia Militar

www.bellumartis.blogspot.com.es



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